Madrileña, del mítico barrio de Vallecas. Nací en el seno de una familia humilde. La pequeña de cinco hermanos, Merche, Marcos, Ali, Maribel y yo. Hija de José un hombre honesto y trabajador del que he aprendido a ser una persona con principios sólidos, hija de Alicia, una mujer pequeña de tamaño, pero con el coraje y la autenticidad de las mujeres lorquianas, de ella lo he aprendido todo. Mis padres me enseñaron a ser libre, a apostar por mi sentir. Ellos se criaron en tiempos de guerra, no pudieron ir apenas a la escuela, pero en manos de mi madre había caído algún libro y en ella nacía un gusto natural por los versos, por personajes como Quevedo o Cervantes. Y a mí me transmitió su amor por la poesía.
Comencé a bailar a la edad de cuatro años, por indicaciones médicas, qué inteligencia la de aquel médico, y cuán agradecida le estoy. Por aquel entonces ya se empezaba a gestar en mí la pasión por la danza y llegó algo más tarde, mi amor por el teatro.
Por primera vez, en plena adolescencia, tuve la oportunidad de asistir con el grupo de teatro del cole, del que ya era miembro, al maravilloso teatro Alcázar ¡un teatro de verdad! Y al ver a Doña Amparo Rivelles en la obra La vieja de Chaillot, sentí que algo me atrapaba las tripas, que me cortaba la respiración, que no me permitía pestañear. Llegué a casa enmudecida, aún en estado de shock, conocedora y emocionada por tener la certeza de que iba a dedicarme el resto de mi vida al Teatro, aunque no supiera ni por dónde empezar.
Y aquí estoy, muchos años después, escribiendo estas letras para acercaros un poco a mi vida.
Tuve siempre el apoyo incondicional de mis padres, pude estudiar Arte Dramático con profesores de la altura de Denis Rafter, Rafael Ruíz, Raquel Toledo, Rafael Fuentes, Vicente León, Jaroslav Bielski, Jesús Salgado entre otros, y dedicarme a la profesión quizás más increíble y bella que pueda existir. Y en el mismo nivel, la profesión más en precario, desprotegida y vulnerada que haya. Pero ese es otro debate. O el mismo, más bien, pero de eso hablamos otro día si queréis.
Cuando salí de la Escuela de Arte Dramático con mi título, licenciada en Artes Escénicas, me sentí más orgullosa que todas las cosas, y no era para menos, había sido mucho el esfuerzo y la dedicación. Al poco, Rafael Ruíz, uno de mis profesores, me invitó a audicionar en su Compañía. ¡Y entré! Tengo que decir, que en mi recorrido por el mundo de la Interpretación, mi paso por la Compañía de Teatro Independiente Zascandil, fue lo más genuino que he experimentado nunca. Con Chema Adeva, Rafael Ruíz, y mis compañeros de reparto, aprendí verdaderamente la profesión. No solo aprendí el oficio del Teatro sino, el sentido de elenco, tan difícil de encontrar hoy día. Pero sobrevino la crisis del 2011 y se cebó con las compañías de teatro independiente, tristemente hasta el punto de tener que cerrar.
Aunque estaba informada de todo, yo por aquel entonces vivía en mi otra ciudad, Valencia, y ya era madre de dos hijos maravillosos, Héctor y Rodri, ellos son deportistas, de momento no se inclinan hacia las Artes. Con ellos aprendo día tras día. Como podéis imaginar ser madre con esta profesión incierta, es de locos, y sí, no puedo negarlo, es de locas. Los malabares diarios para llevar todo a cabo, son extenuantes. Pero es sin duda, el papel más importante de mi vida.
Valencia, mi ciudad adoptiva, me cautivó por su luz y porque encontré un rincón escondido que lo hice mío, el paraje natural El Saler, me regalaba unos atardeceres tan bellos, que cuando cerraba los ojos, quería imprimirlos en mí, para que me acompañaran siempre.
Y aunque de vuelta a los madriles, sigo trabajando a caballo entre Valencia y Madrid, siendo mis dos ciudades de referencia. Siempre ilusionada por los nuevos proyectos que llegan, nerviosa ante nuevos personajes que suponen un reto, porque en cada propuesta vuelvo a ser aquella niña que jugaba a ser otra.
Gracias a los personajes de Teatro, de Cine y TV, he podido viajar a otras épocas, he conocido otras psicologías, otros sentires y caracteres. ¿Es o no, esta mi profesión, una maravilla? ¡Y sus Gentes tan increíbles!
La Dirección y la Pedagogía me han enseñado otras perspectivas de la profesión, a cuál más apasionante. Mis alumnxs me enseñan más a mí, que yo a ellos. Cada montaje, cada texto, cada creación colectiva nos llena el espíritu de alegría y nos une cada año más y más.
Esta profesión me ha curtido, me ha formado como persona, he crecido artística y humanamente.
¡Siempre digo que el Arte me salvó, me salva y salvará!
Susana Merino
Opiniones sobre mí
Trabajar con Susana fue un gusto, por su disposición, su compañerismo y, sobre todo, sus valiosas aportaciones a cada una de las escenas. No hay más que ver el resultado para comprobar la sutil composición que logró crear para su personaje
Iñaki Sánchez Arrieta (director de El Lodo)
Podría ser que Susana fuera pequeña peluda y suave, pero ni ella es Platero ni yo Juan Ramón; y, además, tiene demasiado genio.
Veo una dulzura extrema, que rie lejana; una ausencia muy involucrada; una ingenuidad con aristas matemáticas.
En esto, llega su armonía corporal y lo tiñe y lo hechiza todo, como en «La gitanilla».
Rafa Ruiz (Director de teatro)
He trabajado con Susana en dos ocasiones. La primera vez fue breve, era una recepcionista de las oficinas del Real Madrid que le negaba la entrada a Fernando Tejero y Diego Peretti. Ellos insistían en ver a Florentino, a Mourinho… Susana fue un muro de contención: una y otra vez se topaban con su infranqueable mirada y sus firmes respuestas. Salió victoriosa y, a pesar de intentarlo con obstinación, aquellos dos tipejos no lograron sus objetivos. Es una de los momentos más divertidos de “En fuera de juego”.
La segunda vez fue con “El Club del Paro” y, ahora, su papel era mucho más jugoso: madre de cinco hijos y mujer de un amargado crónico interpretado por Carlos Areces. La (larguísima) secuencia en la que manipula a su marido para que vaya a jugar al póker con su jefe es todo un catálogo de miradas imperativas, gestos acusatorios y frases lapidarias. Es, sin duda, una de mis secuencias favoritas de la película.
Susana tiene ese don tan importante para la comedia que es el hacer reír desde la seriedad más absoluta. Y ese don espero volver a aprovecharlo de nuevo en cuanto tenga ocasión.
David Marqués (director de ‘En fuera de juego’ y ‘El club del paro’)